Salud y
compasión
Luis Ugalde
Para vivir no basta querer vivir.
Para recuperar la salud no basta un médico
compasivo; si no tiene conocimientos y capacidad, con solo buena intención
matará al enfermo. No sometemos a un familiar a operarse con un cardiólogo
incompetente movidos por sus bellas palabras
y promesas de salud. Lamentablemente, lo que exigimos a los médicos
(capacidad además de compasión) no lo hacemos
con la salud nacional. En Venezuela ha muerto un líder político que más que nadie
logró convencer a sus seguidores de su simpatía y compasión y al
mismo tiempo condujo la peor gestión de gobierno de los últimos 100 años de
nuestra historia.
Con un billón (un millón de millones) de dólares en las manos, su pésima gestión ha llevado a Venezuela a los primeros lugares de endeudamiento interno y externo, de la inflación (el triple del promedio latinoamericano), corrupción, creación de multimillonarios ineptos y parásitos a la sombra del poder político, récord en las importaciones de productos agropecuarios e industriales y ruina de la productividad con atrofia de las exportaciones. Nos ha puesto en los primeros lugares del mundo en el crimen en las calles y en las cárceles y nuestra sociedad enferma prolonga la agonía gracias al suero petrolero. Agoniza la democracia porque el poder se concentra en una persona que desde el Ejecutivo maniata al Judicial, al Legislativo y al Electoral. Como han declarado sus ex-amigos y agentes, Aponte Aponte y Mackled, los tribunales y el dinero público se usan para perseguir enemigos y comprar conciencias.
Con un billón (un millón de millones) de dólares en las manos, su pésima gestión ha llevado a Venezuela a los primeros lugares de endeudamiento interno y externo, de la inflación (el triple del promedio latinoamericano), corrupción, creación de multimillonarios ineptos y parásitos a la sombra del poder político, récord en las importaciones de productos agropecuarios e industriales y ruina de la productividad con atrofia de las exportaciones. Nos ha puesto en los primeros lugares del mundo en el crimen en las calles y en las cárceles y nuestra sociedad enferma prolonga la agonía gracias al suero petrolero. Agoniza la democracia porque el poder se concentra en una persona que desde el Ejecutivo maniata al Judicial, al Legislativo y al Electoral. Como han declarado sus ex-amigos y agentes, Aponte Aponte y Mackled, los tribunales y el dinero público se usan para perseguir enemigos y comprar conciencias.
Peor todavía que la mala gestión es
su empeño en imponer sueños comunistas estatistas que han fracasado en todas
partes. Llamar “mar de la felicidad” a la miseria y falta de libertad de Cuba es a la vez infantilismo
y malicia manipuladora. Chávez se dejó atrapar por las perversiones propias del
poder absoluto y le tomó gusto al autoritarismo omnipotente, sin controles ni
contrapesos, con la Fuerza Armada partidizada y los millones de opositores
tachados de perversos lacayos del imperialismo. Hegemonía y control de los MCS,
de la educación, de los presupuestos, de las mentes y de las empresas y el
clientelismo que cambia votos por dádivas oficiales. No lo han conseguido, pero
el empeño sigue.
Con ilimitada demagogia se le inculca
a la población que para salir de la pobreza no son necesarios el esfuerzo
propio y la productividad; basta la ayuda de un Presidente compasivo y generoso
con el reparto del ingreso petrolero. Al
contrario -decimos-, lo que el pobre necesita para dejar de serlo es apoyo
decidido a su educación y formación productora, a su organización social y la
creación de millones de puestos de trabajo con inversión y enorme creatividad
empresarial exitosa de decenas de miles de emprendedores. Se agrava el problema cuando el líder
tiene un don especial de tocar con la denuncia las fibras de la frustración y
de los agravios, como lo logró Hitler en la Alemania derrotada y humillada. Los
caudillos populistas echan toda la culpa de nuestros males a otros, dan a los
diabéticos el azúcar que les gusta y disparan las ilusiones para luego dejar
los países más enfermos que antes. Se muestran solidarios y compasivos, pero son
incapaces de conducir a la nación a su propio saneamiento.
Estamos en grave necesidad de
sincerar nuestra realidad nacional, nuestra ética, nuestra economía y nuestra
sociedad, profundamente enfermas. El Presidente fallecido tenía en grado
superlativo el arte de convencer a muchos que él los quería más que la propia
madre. Pero al mismo tiempo la desastrosa gestión de su gobierno apenas pudo
ser disfrazada por la propaganda desvergonzada.
En la encrucijada del 14 de abril queremos
políticos que rechacen las malas prácticas del pasado y del presente y hagan
suyos los dolores y miserias de nuestro país y la causa de los pobres. Pero
chavistas y opositores tienen que sincerar al país con la enfermedad y convocar
con toda crudeza a rescatar la salud con esfuerzo propio y desenmascarar los falsos
remedios aplicados. No es sólo asunto de
candidatos, todo el país tiene que asumir con responsabilidad y emoción
la decisión política. Sabemos adónde nos lleva la perpetuación del actual
poder. Hay que votar por la democracia y su éxito, y sincerarnos con nuestra
realidad tan opuesta a la propaganda. No habrá salud sin enfrentar las malas
prácticas políticas del Presidente difunto, de su equipo y de sus mitos.
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